jueves, 29 de marzo de 2007

Manuscrito del Agua: Fragmento I

Manuscrito del Agua: Fragmento I

Julio 13, 2006 on 12:49 pm | In General | No Comments

Viernes, Junio 02, 2006

Dolor. Es lo que anegaba la mente del que un día fue alguien que pudiera haber destruido a una persona con su mirada. Recordaba que el mundo no lo quería ver. Por eso lo encerraron, anegándolo en soledad, en esta prisión de hielo, sufrimiento. Cada minuto de su vida es una agonía que jamás termina. Cada segundo sentía como si fueran mil años de dolor, pero jamás termianban. Eran su castigo, impuesto por el mismísimo poder divino. Su cuerpo puesto en una sátira ironía, crucificado, suspendido en la cárcel de hielo, situada en una montaña perdida del reino de agua.

Su rostro jamás había derramnado lágrimas de dolor, sólo de añoranza. Las miles de agujas que atravesaban su cuerpo, introduciéndolo en un estado casi de sobrehumano dolor, jamás lo mataban. Estaban creadas para ello: finísimas agujas de hielo que le producirían tanto dolor como su dueño quería que hiciera.
Sentir el frío dentro de ti mismo. Siempre con el dolor atravesando cada célula de tu cuepro. Volvería loco a cualquiera. Sus lágrimas derramdas no eran por ese dolor sobrehumano que hasta al mismísimo Koro le hacían retorcerse. Lloraba por ella, por su amor perdido. Su pecho estaba inundado de sangre, que tapaba lo que un día fueron tatuajes de odio. Ahora no eran más que sombras pálidas de lo que en un día fueron símbolos de poder lenjendario.
Levantó los ojos, esos preciosos ojos blancos como pozos de nieve que habían hecho rendir a miles de adversarios con solo dirigirles la mirada. Ahora miraban el cielo abierto, nevaba. Los copos se depositaban en su piel color marfil. Se derretirían pero hacía demasiado tiempo que había perdido el calor de su propio cuerpo. La pureza de los reyes corría por las venas del poderoso guerrero del hielo. Pero ya nada importaba, sus lágrimas corrían incansables por las mejillas mientras él pensaba en ella. Lo había dado todo por ella, hasta su vida. Por eso estaba aquí… Bueno, fue por ella.
Las gotas de sudor empezaron a resvalar por su piel, de pronto las agujas se agrandaron hasta un límite jamás soportable. El dolor se multiplicó tanto que pensó que su cuerpo aullaba de dolor, mientras él moría… Pero nunca moría, jamás. Pero esta vez, por primera vez en entonces, lo creyó así… Su pecho, cruzado de tatuajes, respiraba afanosamente intentado captar el aire que no podía llegar hasta ellos, sentía que moría. Sentía que no podría hacerlo más, el seguir adelante. Quería seguir sólo por ella, necesitaba contemplar su rostro color ébano por última vez antes de que la madre tierra lo volviera a acoger en su seno. Y de pronto pensó en ella, si sólo pudiera haberle dado una caricia más… daría lo que fuese por… una caricia más.

De pronto el dolor desapareció. Su pecho se tranquilizó, su mente se calmó. El grito alocado de sus sentidos se paró, no había dolor, sólo calma. Levantó los ojos, y vio al mismísimo siervo del rey del infierno: Inferno… suurró con sus labios marcados por la desesperación al verlo.

- ¿Me has llamado? Ordena, todopoderoso amo.
La ironía y la sátira de su alabanza, y su inclinación, le hicieron removérsele las tripas. Lo había llamado, juró en lo que le quedaba de vida que jamás lo haría, pero estaba aquí. Levantó los ojos en una mueca de desesperación pero no despegó sus labios azules por el frío.
- Me ves y no hablas, oh poderoso señor, ¿o es que los eones que has estado en aislamiento, te han cegado tanto …?
- Libérame.
No lo pidió, sólo fue un simple suspiro, pero Inferno supo que no contenía piedad en su voz, era el guerrero del hielo. Nada en él tenía calor.
- Tendrás que dármelo, lo has prometido. Lo harás, estás dispuesto a renunciar por ella…
La inevitable pregunta estalló en la mente del guerrero. Juró no volver a ponerla en peligro, pero la volvería a ver, por úlitma vez. Sntes de morir quería volver a verla.
- Te lo daré. Cuando la vea…

De pronto las miles de agujas se fracturaron. La caída de la desesperación de cientos de metros hasta el final de la cueva haría estremcer los pelos de punta al más valiente de los caballeros. Cayó. Se levantó. El pelo color aguamarina cayó sobre sus ojos. Se levantó. Su cuerpo blanco como la misma pureza del hielo resplandeció al sol. Sus tauajes como líneas recordando lo que un día hizo estaban ahí para atormentarlo. Él se las puso a sí mismo, como disciplina. Pegando un puñetazo de los músculos lacerados por el hielo, rompió la pared de la cárcel, cogiendo el sable que un día le fue otorgado por su maestro. Suspiró.

Desenvainando la inmaterial hoja de poder supremo, susurró. Y la cárcel estalló en miles de astillas que desaparecieron en un suspiro. En lo más alto del reino de agua, estaba él. Su rostro duro, impasible, chocaba con la tempestadad que había. Cerró los ojos. Sintió por primera vez lo que casi había olvidado, algo que no fuera dolor. El frío lo invadió. Se sentía en casa. Por fin.

- Es la hora, debes matarla. Es la petición por tu liberación. Mata a la madre tierra, la Diosa suprema de la belleza: a… Generis. Tráenos su cabeza, y el anillo.

- Vive en otro mundo.

- Entonces habrá que ir a él, ¿no crees?

Con una mueca de resignación emprendió lo que pensó ser su último viaje antes de morir. Su cuerpo musculoso cruzado por los tatuajes del odio se encogió. Sus labios se movieron para pronunciar: llévame…

Desaparecieron de la colina helada, el misterio del guerrero del hielo. Había terminado. Se impuso un nuevo nombre: El caballero lacerado. A partir de ahora y como último pensamiento, la vería, por fin.

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